viernes, 13 de mayo de 2011

Piolets d'Or - 2da Parte

Yo les propongo, en vez de saltarse párrafos para evitar el agobio de leer tan extenso texto, leerlo por partes. Digamos dos párrafos hoy, dos el próximo jueves, y así sucesivamente. Es que yo me siento más contento cuando leen todo el artículo :)

Courmayeur - Pueblo ubicado a los piés del Monte Blanco, en el Valle de Aosta (Italia)


Las actividades del segundo día de los Piolets d'Or se llevarían a cabo en Courmayeur, pueblo italiano a los pies del Monte Bianco (ya no estamos en Francia). La mañana sería para descanso y diversión. Los escaladores y periodistas responsables pasarían un tranquilo día de escalada deportiva cerca a Chamonix, y los irresponsables dormiríamos y trabajaríamos en nuestro artículo. A las 4:00pm salió el bus que atravesaría el túnel del Mont Blanc hasta llegar, en menos de una hora, a Italia. A las 6:00pm (o por ahí) tendría lugar la rueda de prensa con Doug Scott y los ganadores de esta última versión del premio. Después de haber pasado todo un día de entrevistas, presentaciones, preguntas del jurado, preguntas de la prensa, conversaciones de bar, y hasta haber bailado La Bamba hablando sobre los proyectos a futuro ¿Qué más les íbamos a preguntar?. Realmente asistimos a una presentación más, en la que el moderador hacía preguntas y nosotros, en el público, jugábamos a predecir la respuesta. Esta vez contrataron a un traductor, para que los japoneses no volvieran a decirnos que leyéramos la famosa revista. El moderador preguntaba en Italiano, una mujer de los más sonriente traducía al Inglés y un tipo de lo más innecesario se subía a la tarima a decirlo en Francés. Después los escaladores respondían en Inglés, la chica sonriente lo traducía al Italiano, y el mismo sapo volvía a saltar con su Francés. Como una hora para enterarnos de que el vino tinto es para los japoneses lo más interesante de Occidente, que Doug Scott se sentía muy honrado de recibir el premio, y que los Alpes son muy bonitos. Mentiras, estoy exagerando un poco, entre tanta traducción alcanzaron a salir un par de preguntas interesantes. Colin Haley (para que vean quién estaba haciendo las preguntas), uno de los nominados a los premios, le preguntó a Doug Scott cuál era su mayor preocupación con respecto al futuro del alpinismo. Y es que claro, ahora está muy de moda decir que el alpinismo ha muerto y blah blah. Scott respondió: "Ninguna. Yo creo que todo está bien". Apague y vámonos.

Olivier Favresse, Bob Shepton, Jumbo y Nico Favresse (Courmayeur)

Antes de empezar todo, sin embargo, tuvimos la única y exclusiva oportunidad de escuchar, POR DÉCIMO TERCERA VEZ, a los belgas tocando sus instrumentos. Por favor, que quede claro que la música es fantástica, y los únicos que se cansaban eran ellos. Los guías de Courmayeur, acompañados por hermosas mujeres (no todas ellas, pero bueno...), hicieron un desfile con música y trajes típicos de la región. Ellos con su tradicional traje de guías, y ellas con un vestido que le quitaba el encanto a la mejor chaqueta Mammut de Gore-Tex. Lo mejor del día, si no hubiera sido por Bonatti, que afortunadamente no estaba disfrazado de nada, y cuya aparición llegará al final de la jornada. Salimos de la "Rueda de Prensa" y caminamos (se suponía que era un desfile, pero duró cinco calles y menos de cinco minutos) hasta llegar a un hotel; aunque debería decir 'hasta llegar a EL HOTEL' (www.hotelroyalegolf.com, para el que no me crea). Durante el concierto de los belgas conocí a una argentina (Gabriela) que estaba paseando por Europa, y que trabaja en El Chaltén (Patagonia) así que conocía a la mayoría de nominados al premio y demás escaladores presentes. Cuando llegamos al final del desfile, justo en frente del maravilloso hotel, Gabi sonrió y dijo: "Bueno, hasta aquí llegamos nosotros, porque esto es como muy vip". ¿Nosotros? Dirás "Hasta aquí llegué yo", porque LA PRENSA (o sea yo) seguramente es bienvenida. Al final entramos todos (ella, Alejandra y yo). Confieso que no estaba seguro de ser bienvenido, pero después de unos minutos vi a un par de periodistas caminando con toda la propiedad del mundo por el salón, así que me colgué mi escarapela al cuello y adiós angustias. A disfrutar el banquete.


Guías de Courmayeur con su vestimenta tradicional
Gabi y Alejandra habían conversado un rato ese día, mientras yo jugaba al periodista en la rueda de prensa, y estuvieron hablando toda esa tarde, mientras yo iba por comida (vino, queso, risotto, postres, más queso, y cualquier cantidad de platos diferentes), hablaba con un guía, un escalador, una mesera, un periodista, y volvía por más comida. Alejandra no se puede quejar de nada. La niña se va un fin de semana a Chamonix a verse conmigo, y termina siendo el centro de atención de una fiesta con los mejores escaladores del mundo, y una invitada VIP a un banquete de proporciones descomunales (eso de las proporciones, cuando uno está acostumbrado a comer pasta con atún por semanas en una carpa, no debe ser muy objetivo, pero les juro que el buffete era una verdadera maravilla). Si la noche anterior ella me había hecho quedar como el más Don Juan, ese día yo estaba quedando -gracias a la organización del evento y mi bendita acreditación de prensa- como un partidazo. Durante un par de horas hablé con algunos de los guías de "La Compañía de Guías de Courmayeur", algo así como una asociación de guías locales. El primero de los entrevistados, encantado con mi cámara y credencial de periodista, se erguía orgulloso cuando le pregunté si podía hacerle un par de preguntas. Primera: "¿Cuál es la historia del traje de guías, y del traje de las chicas?" - "Pues no tengo ni idea". Joder, y entonces por qué tanta sonrisa. El segundo intento contó con más suerte, pero la historia no es nada del otro mundo. Un dato curioso, que le debo a la amable Katie Moore (encargada de temas de prensa del evento), es que los guías de Chamonix sólo visten su traje típico en los funerales. A ver si a alguien se le va a ocurrir decir: "Ayy, tan chévere que sería verte con tu traje puesto". Edmond me contaba que él pertenecía a la cuarta generación de guías de su familia, y su hijo -que iba corriendo por todo el recinto con una cara de futuro odontólogo completamente indiferente al alpinismo- podría convertirse en la quinta. "Todo dependerá de él", decía con tono de padre moderno.



Max Belleville (difunto miembro del equipo francés - Lunag)
Satisfecho con la impresión que me había llevado de los guías (gracias a Edmond, obviamente), fui por otra cerveza (eran muchas, gratis, buenas, estaban frías y te las servían como a un señor) y un guía que tenía el mismo plan se acercó a saludarme. Hablamos de un tipo de alpinismo más al alcance de mis posibilidades (¡Por fin!). Le conté sobre las rutas que pensaba escalar los días siguientes, me habló sobre sus últimos ascensos en esas zonas y las condiciones que había encontrado. Me contó sobre sus escaladas y sobre el trágico accidente de uno de los integrantes del equipo francés nominado a los Piolets d'Or de este año (se cayó esquiando en una de las grietas del Valle Blanco). Hablamos también de una película de esquí que se grabó en Canadá hace unos años, ya que hace poco conocí a uno de sus protagonistas, y le conté sobre la muerte de uno de los integrantes del equipo. Una conversación light, por fin, con un escalador (ahora que reviso lo que he escrito, no puedo creer lo extraño que suena llamar "light" a una charla en la que hablamos de dos o tres muertos, pero ésa fue mi sensación, así que no lo borraré). En esto de la montaña aprendes que, aún teniendo claro el tema de la prudencia y la seguridad, puedes morir en cualquier momento, pero el riesgo es similar al riesgo de fractura en un partido de fútbol. Las probabilidades son mínimas, pero claro ... En cualquier momento puede pasar. El caso es que el miedo se va de a poco, y cada vez arriesgas más. La mayoría de los jugadores de fútbol nunca se fracturan, y la mayoría de los alpinistas no mueren en accidentes de montaña. Y aunque aún queda (parece un trabalenguas o palabras de un dialecto africano: "aunqueaunqueda") mucho miedo por irse, el tema no es un tabú. Además hablamos de otras cosas, como las cervezas que podíamos escoger para tomar. Después volvía cinco minutos con Alejandra y Gabriela, iba por más comida, conversaba con un par de personas, y de nuevo con ellas (las cervezas). Conversé un rato con Olivier Favresse acerca de la forma en que el concepto de "comodidad" cambia cuando viajas para escalar, y de lo maravillosa que termina siendo una furgoneta. Jumbo (uno de los japoneses ganadores del Piolet d'Or) me pidió que le mostrara fotos de El Cocuy, y fuimos a una sala junto a la recepción del hotel para encender el computador y buscar información al respecto. Le gustó, pero estaba muy inquieto por la calidad de la roca, que aunque no sea el Cervino, no es siempre de la mejor calidad. La pared del Ritacuba Blanco es interesante, sí, y mucho, pero tampoco vamos a decir que son las Torres del Trango. Si decide no ir, puede que sea por la pésima selección de fotos que decidí enseñarle. Cuando llegue a Colombia intentaré armar una propuesta más atractiva y envíarsela. Salí un momento al salón principal, para sacar el disco duro de mi maleta, y ¡oh sorpresa! Ni un alma. "Jumbo, my friend, we've got to run" ¿Pero a quién se le ocurre decirle eso a semejante pedazo de alpinista? ¡¡¡¡¡JUUUUMBOOOOOOO, ESPÉREEEEMEEEEEEEEEEE!!!!!!!!!

Yasushi Okada, Katsutaka Yokoyama (Jumbo), Kay Rush (presentadora) y Greg Child (presidente del jurado)

Después de preguntarle a algunas personas pudimos llegar al sitio donde se estaba llevando a cabo la presentación. Los españoles hablan Inglés, aunque no tienen ni idea; los franceses sí tienen idea, pero no se les da la gana; y los italianos ni saben, ni les interesa, así que no lo intentan. Afortunadamente el Italiano es un poco parecido al Español, o no habríamos llegado nunca. De todas formas yo no estaba muy preocupado. A mí no me buscaría nadie (Alejandra estaba más feliz que los ganadores entre tanto alpinista), pero a él no lo dejarían botado. Llegamos, nos sentamos, y empezó el evento. Presentación de las rutas, presentación del homenaje a Doug Scott (no les voy a mentir, toda esa parte me la dormí), entrega del premio y, YYYYYYYYYYY... Palabras de Walter Bonatti. Otra vez Bonatti. Sí, sí, espectacular el buffete, y los vestidos de las "courmayerenses", y la siesta durante el homenaje a Doug Scott. Todo muy bonito, pero ver a Bonatti volvía a ser el mejor momento del día. De repente veo a todos los periodistas dirigirse a la primera fila, en el suelo junto a la tarima, para tomar las respectivas fotos. Es como cuando se acaba el día en el colegio y todos salen del salón ¿qué más vas a hacer, si no salir corriendo también? Pues cogí mi cámara, me senté junto a ellos, y a mirar por el visor. Justo detrás mío estaba la esposa de Bonatti, Rossana Podestà. Cuando se acabó la ceremonia, Bonatti bajó con ella pero seguía conversando con varias personas. Rossana le dijo: "Walter, nos vamos", y Mr. Bonatti, el mejor alpinista de todos los tiempos, hizo un gesto de "muchachos, ya saben cómo funciona con las mujeres", se despidió y se fue, como cualquier otro "EL" (EL mejor tenista, EL mejor dentista, EL mejor estilista -ah, no, este último no-). Menos mal Alejandra estaba contenta con tanto tipo, o si no me habría dicho "Mr. Pardo, nos vamos", y yo, que ni siquiera soy el mejor de nada, pues me hubiera perdido la fiesta.


Doug Scott y Walter Bonatti en Courmayeur
Esa noche (16 de abril de 2011) se jugaría el primero de los cuatro "Partidos del Siglo" que se disputarían en tres semanas: Barcelona vs Real Madrid. Yo llevaba un buen tiempo (justo desde que me desperté en el escenario, hasta ese momento, o sea casi una hora) nervioso pensando en el partido. Ya había asumido que me lo perdería (me perdería también la final de la copa del rey de la semana siguiente, por estar escalando con Julio), pero quería por lo menos conocer el resultado. "Vamos a la celebración", nos dijeron. ¿Más? Pero si estuvimos celebrando toda la tarde. O bueno, por lo menos yo. Caminamos sólo un par de calles y entramos a una casa. En la entrada, los anfitriones nos daban la bienvenida uno por uno, con apretón de mano (ellos) y besos (ellas). - Montesano (no sé qué), mucho gusto, bienvenido - Gracias. -Pepita Pérez (la esposa de Montesano, seguramente), mucho gusto, bienveido - Gracias. Walter Bonatti, mucho gusto, bienvenido. No me quiero ni imaginar la cara de niña adolescente en concierto que le debí haber hecho, porque se quedó mirándome extrañado y repitió: "Bienvenido". Alejandra me empujó un poco (afortunadamente), y yo le di la mano y seguí moviéndome para saludar a su esposa. Ella me dijo lo mismo (¿qué más me iba a decir? ¿El resultado del partido?). Yo le respondí, sin poder ocultar la emoción y la euforia que me había producido el apretón de manos con Bonatti, haciendo una sonrisa de modelo de Disney, "Nice to meet you, very nice to meet you". Se quedó mirándome con expresión de tía buena gente y me dijo: "Of course, I'm Walter Bonatti's wife". Yo le dije que era mucho más que eso, pero los dos sabíamos que era una mentirota. A mí lo único que me importaba era su marido.

El dueño de la casa es un médico, muy amigo de Bonatti, que trabaja en un instituto de oncología en Lyon. Yo, que sufría por estarme perdiendo el primer round de los cuatro clásicos, no podía creer que estuviera en una celebración donde uno de los anfitriones era Walter Bonatti. Ya nadie tenía de qué hablar, pero seguíamos hablando. Esta vez estuvimos la mayoría del tiempo con Heinrich, el encargado de prensa de un festival de montaña al que asistí el año pasado en Sudtirol (Italia), quien había vivido algunos meses en Sevilla y estaba contento practicando Español conmigo y con Alejandra (bueno, con Alejandra, porque todas las veces anteriores habíamos hablado Inglés). El festival se llama IMS (International Mountain Summit) y reúne a un gran número de reconocidos alpinistas durante una semana, en un evento con un nivel de organización alucinante, y un presupuesto altísimo. En el mismo salón de 80 metros cuadrados, vi al mismo tiempo a Reinhold Messner (capullo integral), Silvio Mondinelli, Hans Kammerlander, Mick Fowler, Alex Huber, Jerry Moffat, Stephen Venables, Oh Eun-Sun, Nives Meroi, Simone Moro, Denis Urubko, Krzysztof Wielicki, Kurt Diemberger, Alessandro Gogna, Steve House, Manuel Pardo (¡ay!) y muchos otros un poco menos famosos. Ustedes estarán pensando en la cantidad de historia y talento reunido en ese sitio. Pero yo, que formo parte de la organización de un festival y sé lo que significa traer A UNO DE ESOS, sólo podía pensar en la absurda cantidad de dinero que se habrían tenido que gastar para tener a todas esas "estrellitas" ahí metidas. Calculen que cada uno cobra aproximadamente 4.000 EUR por presentación (sin contar a dios Messner que cobra más de 10.000 EUR, y eso, si se le da la gana ir). Pero bueno, esa es otra historia, de la que hablaré otro día.


La famosa foto fantasma con Bonatti (tomada por Alejandra en Chamonix)
Volviendo a la casa de Montesano en Courmayeur, llegó un momento en que no quería desaprovechar la oportunidad y decidí ir a hablar con Bonatti. Fui hasta la sala y lo vi hablando con alguien, así que me acerqué primero a su esposa, pues no quería molestarlo y además siempre me va mejor con las mujeres (afortunadamente). Por otro lado, él no habla Inglés y ella sí. Le dije que no quería incomodar a su marido, pero que me gustaría mucho poder compartirle algunas cosas y tal vez una carta sería una buena opción. Ella, que es casi tan simpática como él, sonrío y me dijo que me daría su dirección, pero que por favor no la compartiera con nadie (así que olvídense de pedírmela). Pidió un esfero y la anotó en mi libreta. Eso era lo más cerca que estaría de Bonatti, y no podía sentirme más afortunado. Cuando me preparaba para guardar la libreta y despedirme, me preguntó por mí ¿de dónde era? ¿qué estaba haciendo allá?. Hablamos un rato sobre mí, sobre Bonatti, sobre Colombia (uno de sus nietos está viviendo allá en este momento). Le conté sobre la vez que conocí a Messner, la poca admiración que siento por él y la indignación que me produce ver que se hagan comparaciones entre ellos. Ella me decía: "Messner es más del dinero; Walter es más del espíritu". Pues señores y señoras, el reconocido empresario ganador de varios premios por su habilidad en los negocios (Reinhold Messner), no tendría mucho que decir, aunque allí estuviera, ante tan clara y certera declaración. En ese momento anunciaron que el bus (para los escaladores y la prensa) saldría hacia Chamonix dentro de 10 minutos. Seguí conversando con la esposa de Bonatti, que me preguntó si hablaba Español. Le dije que sí, ella sonrío como con alegría y se levantó de la silla: "Ven, hablemos con Walter, él habla Español", y continuó "Mira Walter, es un chico de Colombia". Yo seguía tratando de luchar contra mi cara de fan emocionado, mientras le hablaba de Kraus y las montañas colombianas. Él me decía que había visitado el país en un par de ocasiones, pero que no había escalado. Para los que no sepan, Bonatti abandonó el alpinismo antes de cumplir los 40 años y se dedicó al periodismo, haciendo reportajes por todo el mundo. Yo, que había luchado por unos casi eternos diez minutos, terminé sucumbiendo ante el incontenible impulso de decirle cuánto lo admiraba y respetaba. Él, con su sonrisa y sencillez, me dio la mano, agradeció con un gesto muy diplomático y me dijo: "Arrivederci", como diciéndome: "Vale, gracias, hasta luego, y ya no moleste". Yo, que no entendía (¿estamos hablando Español y me sale con un "arrivederci"?), seguí hablándole por unos 10 segundos hasta que él, con la misma sonrisa, me interrumpió con el mismo "arrivederci, hasta la próxima, que vaya muy bien". Arrivederci Bonatti, ha sido un placer; un inmenso placer. El bus ya se había ido, pero a quién le importaba. Por esos 30 minutos de conversación con ellos dos habría cruzado el Mont Blanc hasta llegar al otro lado.

La famosa Alejandra (que según ella ha salido muy poco favorecida de este blog) y yo - Chamonix

Volvimos a Chamonix en el carro de uno de los organizadores del evento. Un minuto de internet para ver el resultado del partido y saludar a mi padre por su cumpleaños, y a la cama. Volvería cada vez que fuera necesario, sólo para poder compartir unas palabras con él. Si se repite lo del buffete, mejor aún. Alejandra estará, sin duda, encantada de volver.


El próximo artículo va sobre lo que escalamos con Julio en Chamonix. Arrivederci.